15.9.07

Las lecciones de Rodney Falk


Me encuentro leyendo desde hace un par de días ‘La velocidad de la luz’ de Javier Cercas. En él me he encontrado con fragmentos estupendos, desde la perspectiva narratológica (faltaba más) hasta en disquisiciones formidables acerca de qué diablos representa el acto mismo de narrar. Aquí dejo, a manera de notas, fragmentos que me han llamado poderosamente la atención.
· Cuando uno se aburre de la verdad y empieza a decir cosas originales tratando de hacerse el interesante, acaba no diciendo más que tonterías. En el mejor de los casos tonterías originales y hasta interesantes, pero tonterías.
· (el escritor) Es un tipo que se plantea problemas complejísimos y que, en vez de resolverlos o tratar de resolverlos, como haría cualquier persona sensata, los vuelve más complejos todavía. Es decir: es un chiflado que mira la realidad, y a veces la ve.
· En una novela lo que no se cuenta siempre es más relevante que lo que se cuente […] Quiero decir que los silencios sin más elocuentes que las palabras y que todo el arte del narrador consiste en saber callarse a tiempo: por eso en el fondo la mejor manera de contar una historia es no contarla.

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9.9.07

Estrella

Afortunada casualidad. Encontré después de varios intentos recuperar una mnificción que se encontraba sepultada en el blog anterior (hoy ya imposible de consultar).

He aquí.


Estrella camina sobre la cuerda. Desafía el límite de las posibilidades, se conduce diligente en el discurrir del día a día. Caminar es un juego macabro, y Estrella lo juega en serio. Del callejón a la avenida, del torniquete al andén, de la puerta a la escalinata, del puente a la disyuntiva.
De vez en vez, cuando así lo precisa, Estrella detiene el paso y respira profundo. Mueve las manos de tal modo que a cada aspaviento convierte la brisa en obra, vacío en materia, artefacto en juguete, resta en suma; sólo así puede conseguir aliento para continuar el trayecto, siempre tan largo.
Cuando ha llegado a casa, Estrella no se detiene. Continúa su andar convertida en dibujo, en metal, en plástico, en música, en magia. Camina ochenta mundos para poder conciliar el sueño, y de nuevo, ya en cama, respirar profundo, mover las manos y seguir caminando en intrincados bosquejos de ángeles y demonios, siempre a su lado, aunque al final también, siempre detrás. Del tercer cielo al séptimo circulo, del recuerdo al deseo, de la añoranza a la tristeza, del pasado a la nada, de Virgilio a Beatriz, de la muerte a la carcajada, del pubis a la medula, de la frente a los ojos.
Hoy, Estrella caminó con cotidiano ritmo, del callejón a la avenida, del torniquete al andén, del puente a la disyuntiva. No quiso mover las manos ni respirar profundo, la creación la postergó para los más afortunados; en cambio, optó por mirar hacia atrás, de soslayo. Profirió maldiciones a los minutos que la consumen por dentro, a los fantasmas que la carcomen por fuera, y ya de regreso a casa Estrella sugiere continuar camino, ya no en el dibujo, ni en el metal, ni en el plástico, ni en la música, ni en la magia. Prefiere caminar ochenta vueltas en el carrusel del revolver, detenerse cansada y respirar profundo, mover las manos, halar el gatillo.

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