Iniciamos así:
—Yo nunca me acosté con nadie. ¿Vos te acostarías?
—¿Con quién?
—Conmigo…
—Yo nunca me acosté con nadie. ¿Vos te acostarías?
—¿Con quién?
—Conmigo…
Cuando algún personaje en el cine enciende un cigarro, irremediablemente salivo. Busco en mis bolsillos la cajetilla y me detengo para seguir observando. Sin embargo, éste personaje no lo enciende para disfrutarlo, lo enciende, en todo caso, para paliar la angustia. Acaso placebo ordinario para evitar una realidad menos cándida. Esa es la primera gran impronta. La angustia. La angustia que causa observar la incertidumbre de un propio; de pensar una y otra más las maneras y las posibilidades y nada. En su lugar un cigarro y la memoria.
Inmediatamente después (o antes, francamente no importa) un frase que revienta en los oídos
: …rompiéndole el culo al hijo de tus invitados te alcanza? ¿O querés que te lo dibuje?
Y a partir de entonces no puedes sino pensar una y otra vez en el morbo. Así, en etéreo. Buscas ejemplos como resquicios, y tratar, por un momento, de entender, de empatar. Nada. Incertidumbre y morbo, sobre todo morbo feroz que te sume en la butaca hasta el fondo, intentando seguir la cinta a la par de las ideas que van surgiendo.
A mi lado se tapaban los ojos ante la aparición de un pene justo encima de una vagina en la misma entrepierna. En tanto, imagino la idea y solo veo vacío. La intersexaulidad es un páramo desolado en mi cabeza. A veces un chiste (malo, desde luego), a veces una incógnita. Da igual. Pues ésta ocasión sólo ha sido un pretexto para una reflexión más profunda y mucho menos morbosa. La identidad y la pertenencia. Esa, definitivamente, es el gran laberinto que me han dado ganas de salir mientras los créditos suceden, a encender un cigarro placebo. Lo demás, sólo ha sido escenario para una gran tarde.
A mi lado se tapaban los ojos ante la aparición de un pene justo encima de una vagina en la misma entrepierna. En tanto, imagino la idea y solo veo vacío. La intersexaulidad es un páramo desolado en mi cabeza. A veces un chiste (malo, desde luego), a veces una incógnita. Da igual. Pues ésta ocasión sólo ha sido un pretexto para una reflexión más profunda y mucho menos morbosa. La identidad y la pertenencia. Esa, definitivamente, es el gran laberinto que me han dado ganas de salir mientras los créditos suceden, a encender un cigarro placebo. Lo demás, sólo ha sido escenario para una gran tarde.
Terminamos así:
—¿A ti te caen bien tus padres?
—Pues son mis padres.
[…]
—A mi me dan lástima. Siempre están esperando…
XXY, 2007
Dirección: Lucía Puenzo
Producción: Argentina, España, Francia.
Guión: Lucía Puenzo (adaptación del cuento “cínicos” del libro “Chicos” de Sergio Bizzio)
0 comentarios:
Publicar un comentario