Hoy C me dijo que Capicúa se va a morir. Lo sintió al acariciarla y después de la visita al veterinario. Yo solo pido que la boca se le haga chicharrón. Que después de la segunda visita y la tercera y hasta la operación será tan fuerte como lo ha sido estos meses de adaptación desde que salió de un avión en un kennel hediondo.
Capicúa tiene un poco menos de medio año que me ha adoptado. La primera vez que interactuamos yo hurgaba una computadora ajena y ella me miraba como una abuela inquisidora. Hoy tenemos por lo menos tres citas diarias, me besa cuando me le acerco y jamás, jamás me ha ladrado. Yo, que odiaba la idea de tener que lidiar con una mascota (sus primeras semanas en el departamento me invitaban a ahorcarla), hoy no puedo más que pensar en su recuperación. La pérdida sería poco más que irreparable.
Que viva Capicúa. Por el bien de todos nosotros. Por lo pronto, hoy la dejaré dormir a mi lado.
1 comentarios:
No mames... Qué mal pedo lo de Capicúa.
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