28.2.08

Hace un par de semanas mientras charlaba con Frida, decidimos escuchar de cabo a rabo el Siamese dream de los Smashing pumpkins. Habrían pasado muchos años, en verdad no recuerdo cuantos, que no escuchaba un álbum completo; menos aun ese. Acaso casualidad.
Una de las manías que tenemos en la familia es la de la plática fragmentaria. Así que mientras Frida y yo nos decíamos qué nos había ocurrido en las semanas anteriores —habían pasado ya algunas sin vernos— comentábamos también entre track y track lo que ha significado ese álbum para mi desde 1993. Y la manera en cómo para ella terminó por formar parte de esa música de fondo que inconscientemente te acompaña mientras creces —ella nació en 1990.
De hecho, cada que aparecen las referencias musicales, no puedo evitar nombrarlo. En el numero uno. Siempre. La crítica no lo considera el mejor de la banda y las opiniones más bien se aproximan entre el Gish y el Melon collie and the infinite sadness. No importa. Ese álbum se convirtió en mi adolescencia en mi declaración de principios.

Hoy miro atónito el cartel de un festival en el df.
Cuando lo recibí recordé al menos un par de visitas de los Smashing pumpkins a México. No fui a ninguna simple y sencillamente por pobre. Sí, jodido. Lo miro una y otra vez y no doy crédito. Después de la separación perdí toda esperanza. Incluso era escéptico cuando tuve noticia de la grabación de un nuevo álbum. Lo cierto es que por fin ahí estaré. Whatever it takes. 15 años después de que desee verlos en vivo.
Aquí dejo posteada la rola. Mi favorita. Por sobre todas las demás.





Smashing pumpkins en el coca-cola zero fest.
Abril 12, autódromo hermanos Rodríguez.

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