20.7.08

Música en el orfanato


(Grandes Hits Vol. 1; Nueva Generación de Narradores mexicanos; Tryno Maldonado, Editor; Almadía; 2008)

Uno.

Casi siempre que intentamos hablar de una generación, en términos literarios, procuramos a toda costa rebasar los límites de la temporalidad para encontrar vínculos –muchas veces inconexos- entre una buena cantidad de narradores que sólo son coetáneos. La posibilidad de denominar a rajatabla la obra, la poética o simplemente los impulsos que mueven a estos grupos de escritores suele resultar mucho más cómodo que revisar los casos particulares. Al final cometemos errores de omisión que al culto a la numeralia poco le importan. Aquí el dogma: calificarás.

Pero el tiempo ha pasado y lo que unía, por ejemplo, al boom o a la onda, hoy no puede ser más que una buena intención. Sin embargo, la posibilidad de congregar una muestra –generacional o no- de la narrativa mexicana, acotada por la posibilidad geográfica y ese arbitrario pero para muchos encantador y obsesivo corte temporal representa, sobre todo, una posibilidad.

Pues si bien han existido una buena cantidad de antologías que han pretendido sin mayor pretensión que mostrar el trabajo de nuevo narradores, nuevas voces o como quiera que se les llame, ninguna, al menos que recuerde, ha tenido la osadía de pretender que su contenido representa un parte aguas para la literatura mexicana y mucho menos la inauguración o reinauguración de una tradición. Eso, quedó empolvado en algún lugar en donde el commonwhealth sigue siendo el padre nuestro.

Dos.

Y es que en los tiempos de la inmediatez, una generación no responde en ningún momento a una tradición; al menos no necesariamente. Mucho menos literaria. Y la frase se exacerba en un país no solo carente de padre, sino prácticamente imposibilitado de dilucidar la presencia de una madre. En donde, -aquí irremediablemente entra la voz del editor, Tryno Maldonado- la generación que estamos presenciando apenas alcanzó a vivir las mieles de la administración de la abundancia. Es más, el mayor de ellos apenas contaba con 12 años cuando la realidad que hasta ahora nos acompaña se instaló en nuestro país.

Y el Editor califica a su generación de ascética, de desencantada y por supuesto, de huérfana. Y es verdad, y lejos de representar una desventaja se convierte en una diferencia. Y hoy eso, marcar la diferencia, se presenta junto con la honestidad, la mejor fórmula para narrar. Otra tarea será resolver la crisis contra la abulia. En todo caso la respuesta al análisis de ésta generación y la siguiente y la siguiente. Porque el discurso literario necesariamente se encuentra acompañado de un discurso político. Aun estéril. Aun velado. Quien lo niegue estará incurriendo en la ceguera o en la demagogia.

Por ejemplo: en el año en que en México se publicaba el manifiesto del crack, Alberto Fuguet y Sergio Gómez publicaban la antología Mc Ondo. Generando, ambos, un no muy bien logrado corte de caja, pero corte al fin. La arenga era sencilla y más o menos contundente: Deshagámonos del legado del boom y usemos los zapatos del abuelo. Matemos al padre.

Lo mismo sucede con los autoproclamados nietos de García Márquez (Mario Mendoza y Nahum Montt), quienes apenas el miércoles pasado aseguraban que en la narrativa colombiana, a la que ellos pertenecen, macondo agonizaba. Matemos al abuelo.

Es hasta cierto punto lógico que una generación procure asesinar al patriarca para poder aspirar al trono. Sin embargo, en una generación huérfana no hay forma de cometer parricidio. En todo caso estas generaciones cometen canibalismo y fratricidio, pero su movimiento asesino no deja de ser horizontal.

Tres.

Pues bien, hoy podremos decir que nos encontramos ante una obra honesta, en donde un editor en el lugar de un dj procura armar un set con las mejores pistas que comenzaron a parirse en 1970 y terminaron en el 79. Amenizar la fiesta. Poner música en el orfanato. Una música versátil, disímbola entre sí, con tracks vertiginosos y lentos y furiosos y abúlicos y reflexivos y divertidos y odiosos. Y esa es la tarea.

Pero cabe hacer una acotación final. La música suele responder a las necesidades de una época. Y es en las épocas de mayor incertidumbre, crisis, desencanto y orfandad simbólica, cuando la esta suele llenar los vacíos. Mi generación, la que ve a estos narradores desde el escalón de abajo, creció en una de las peores épocas del país y del mundo. Y también con algunos de los mejores movimientos musicales de la historia: el grunge uno de ellos. Y aquí la moraleja: Prefiero escuchar el set de un dj en épocas de crisis, pues en la bonanza quizá solo programe un pop que francamente, detesto.


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