20.12.09


¿Y mi pizarrón con corcho?

¿Y mis libros de Coetzee?

Mmtama...

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13.12.09

Sahagún

He hablado en otras ocasiones sobre mi pueblo. Esa pequeña ciudad de pasado industrial que, hace ya algunos años, se la llevó la mierda. Pues bien. Esa ciudad fue una especie de oasis: de ser un llano que producía magueyes se convirtió en la fábrica de México. El prototipo del milagro mexicano. Pero después… En fin, ya saben.
Hace unos días mi padre me pasó el link de un documental, de los años 1950’s, en el cual explica todas las bondades del pueblito en ciernes.
Aquí el docu.



Por lo demás, sólo puedo decir que fue una gran ciudad, que ahí pasé los mejores días de mi infancia y adolescencia. Y que no pienso volver, más que de visita. Y mejor si es breve.

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3.12.09

El miedo a la oscuridad.

24.

A decir verdad no puedo precisar si llegaron antes o después de que la ciudad se viniera abajo. La miseria terminó por colarse en las casas de todos. No había familia que no contara daños entre sus miembros. Si el padre conservaba el empleo, el hermano o la tía no; si la hermana estaba en escuela de paga, no sólo la abandonaba sino que buscaba algún empleo u oficio de medio tiempo —mi hermana, por ejemplo, terminó como asistente en un consultorio médico; si tres días comíamos carne, sólo los domingos podíamos darnos ese lujo. Pequeños detalles que sumados en su totalidad no podían ser sino una señal de ruina. Pero había gente en la ciudad que parecía poco preocupada por el asunto. Como el Personaje. También otros, pero de quién estamos hablando ahora es de él, aunque su serenidad fuese distinta.

No sé si lo entiendan. En una situación así las cosas parecen cambiar de color, como si el peso del aire aumentara y con ello la intensidad de luz que la atraviesa. Todos lucíamos distinto. No había más futuro ahí. Los jóvenes comenzamos a salir de ahí a la menor provocación. Los viejos, conscientes de que no tenían posibilidades de empezar de cero, comenzaron a morir. Como insectos. Uno tras otro.


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29.10.09

28 años.


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28.10.09

Diferencias




Leo Diferencias de Goran Petrović. Sus personajes caminan por Yugoslavia (antes y después de Tito) sin darse cuenta que su talante aburrido, los hace excepcionales.

Cada uno en su escuela, por separado, evitaba estudiar las mismas lecciones de historia, mortalmente aburridas. Escuela de agricultura. La de técnicos mecánicos. La preparatoria. No se conocían casi. Tal vez antaño se sentaban juntos, de izquierda a derecha, en la misma fila del cine Sutjeska. Pero lo único seguro es que la historia los reunió para siempre en la placa-homenaje que contenía los apellidos de los caídos en las guerras de los años noventa:

—Petronijević (el que afirmaba que sabía todo, que no tenía que estudiar nada) cayó en Croacia como reservista; había acudido al llamado por no poder olvidar sin más ni más el juramento hecho en el Ejército Popular Yugoslavo, se desangró en un campo de Slavonija herido de muerte por una mina terrestre llamada «la esperadora».

—Resavac (el que afirmaba que tenía tiempo, que iba a aprender todo después) murió como voluntario en Bosnia, no se sabe ni dónde ni cómo, y a juzgar por todo, tampoco por qué, jamás se ha encontrado su cuerpo, y la idea por la cual se sintió llamado se fue desvirtuando poco a poco;

—Stanimirović (el que esperaba que la lenta profesora de historia no llegara hasta su apellido) fue alcanzado por los fragmentos de bombas de racimo de la OTAN como transeúnte, mientras visitaba a sus parientes en Niš; las bombas caían dentro de los límites de error permitido de unos centenares de vidas humanas más o menos…

Bajo el techo que se está descarapelando (fragmento).


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27.10.09

Cena entre Chacales con Elvis


El pasado viernes Elvis me invitó a hablar de Cena entre Chacales a su programa en Reactor 105, Del IMER. Aquí un stream de aquella charla. Mil gracias Elvis.










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24.10.09


...Y es que nunca fue tan sexy ir por el champurrado.



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14.10.09

El miedo a la oscuridad.

2.

Yo soy amigo de El Personaje. Lo sé porque me sonríe sólo a mí al término de las juntas. A nadie más. Quisiera poder explicar más detalles de cómo es, pero, como habrán de imaginarse, una sonrisa no es más que un gesto. Jamás una puerta de entrada. Nadie conoce la puerta de entrada del Personaje. Pero a mí, por lo menos, me sonríe cada que las juntas terminan.

Y las juntas sólo terminan cuando él lo decide.

Ser amigo del Personaje no es más que un gesto. Como la sonrisa que me ofrece. Nadie es amigo del Personaje, él no tiene amigos. Sólo objetivos. Ha trabajado muy duro durante los últimos años como para tener otra cosa que no sean objetivos. Ha trabajado tan duro todos estos años que esos objetivos ahora también son nuestros. Todos hemos trabajado duro.

Yo estoy aquí por la misma razón que el resto: fastidio, vergüenza, hartazgo. Todo eso. Pero yo en realidad llegué por casualidad. Y no es que no estuviera fastidiado, ni avergonzado o harto. Lo estoy, mucho, todo; pero yo llegué por culpa de Bernardo. Él me trajo un día a una de las juntas, con el pretexto de poderles ser de utilidad. Él Personaje se enojó mucho. Después de reprender a Bernardo y amenazar con abandonar el plan y en general, todo tipo de actividad, decidió terminar la junta. Nos llamó a Bernardo y a mí, y tras una buena auscultación decidió que sí, que quizá podría serles de utilidad. Para entonces yo ya me sentía fastidiado, avergonzado y harto. Ya era uno de ellos y aún no presenciaba ni una junta completa.

Para la siguiente junta, el Personaje inició dándome la bienvenida hablando de cómo les sería útil. Nadie, ni Bernardo, replicó. Yo acepté contento. Mientras explicaba mi tarea, el Personaje dijo con mucho cuidado las palabras ‘valor’, ‘encomienda’, ‘futuro’ y ‘caos’. Creo que no en ese orden, pero eso es lo de menos. Yo no he hecho nada importante en mi vida, mucho menos algo que en la misma oración se encontraran esas palabras.

Asistí a muchas juntas. Creo que fueron otras seis o siete, no recuerdo bien. Pero ya no volví a hablar. De hecho jamás dije nada en ninguna de ellas. En la primera, tan pronto asentí a modo de consentimiento, la junta siguió. Hablaban de muchas cosas. Hablaban de Fastidio, de hartazgo y de vergüenza. No estoy muy seguro de qué o hacia qué. Pero así me sentía yo también y con eso bastaba. Además, cada que terminaban las juntas, el Personaje me sonreía. Una ocasión me dijo que para la próxima llevaría algo para mí. Dormí muy poco los días siguientes, hasta que Bernardo pasó por mí para una nueva reunión. Cuando llegó yo tenía dos horas esperándolo. El Personaje había prometido llevarme algo y no debía faltar. Cumplió su palabra y me entregó el chaleco. Creo que no he sentido tanta dicha como cuando me lo probé. Lo único que me molestó es que Bernardo lo conservó por órdenes del Personaje. No puedo usarlos hasta que vayamos al metro. Entonces podré hacer algo en la vida que tenga que ver con valor, con encomienda, con futuro y con caos.



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9.10.09

Cena entre chacales en D.F.

El buen José Luis Torres, de la librería Hypatia, en la Casa refugio Citlaltepetl, ha organizado la presentación de mi libro, Cena entre chacales, en el D.F. Para ello, Lo buenos Bernardo Esquinca y Tryno Maldonado, han aceptado hacer los comentarios en la presentación.

Aquí el flyer que me hizo llegar Torres. Están todos invitados.


La Casa refugio está aquí.


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6.10.09

Mercedes Sosa



Mis padres y yo nos educamos juntos. Cuando nací, mi madre tenía apenas 16 años y mi padre 19. Nos educamos juntos a partir de lo mejor y lo peor de cada una de sus familias. Hoy mis padres tienen más de 15 años separados y yo, unos 3 de no vivir en la casa materna. Pero nos educamos juntos.

La ideología que mi padre adoptó en la adolescencia nos formó una serie de gustos. Crecimos los tres en una ciudad de pasado industrial en donde, dice mi padre y mi madre lo confirma a veces, otras lo niega; la planeación permanente, la propiedad mixta (entre social y privada) y el desarrollo a partir de servicios de toda clase permitió que un caldo de cultivo pro-socialista se diera ahí. No era raro que algunos de nuestros vecinos fueran chilenos o uruguayos exiliados por las dictaduras militares. Tampoco era raro que cada 11 de septiembre se llevara a cabo una ofrenda en uno de los poquísimos monumentos a Salvador Allende que hay en el país (aunque creo que ya se lo robaron). En Donde el latinoamericanismo era moneda de orden corriente en nuestra educación.

Después todo se descompuso. La ciudad se volvió una mierda, se llenó de narcotraficantes y tan sólo mirarla de paso da tristeza. Mis padres se separaron y todo fue un desmadre.

Pero, como nos criamos juntos, nos quedó la música.

Mi madre me arrullaba con una canción en especial que teníamos en un vinil de Mercedes Sosa. Las pedas que mis padres realizaban en nuestras casas (nos mudamos como húngaros toda la vida) eran una clase de pase de lista de toda esa música. Y Sosa siempre estuvo ahí. En la comida, por la noche, despertando, en la radio. Ahí, como familiar.

Años después mi padre me quitó un par de cd’s de ella. Ya devuélvemelos.

Años después murió. Lo platiqué con mi madre el fin de semana. Guardó silencio. Mi padre, no sé. Todo estamos tristes.

Hoy le he pedido a C que programe la música. Aquí también estamos tristes.


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21.9.09


El día de hoy atravesé, como todos los días, por la estación de Balderas en dirección Indios Verdes. El viernes pasado sólo la atravesé en mi camino de ida y hasta hoy no me subí al metro. Pasé por Balderas y, definitivo, las cosas lucían distintas. Justo unas estaciones antes, una mujer comenzó a pedir su limosna con la frase “les voy a compartir unas frases de dios”. Todos nos tensamos, entre rictus y risitas nerviosas la escuchamos. Cuando llegue a Balderas la gente ponía un gesto atípico.

De vuelta la cosa fue distinta. Cuando pasamos por ahí todo había vuelto a la normalidad. La sociedad, de un carpetazo y en pocas horas, dio vuelta a la página. Nos volvimos indiferentes. Como si eso, ya hubiese terminado de pasar.


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