29.10.09

28 años.


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28.10.09

Diferencias




Leo Diferencias de Goran Petrović. Sus personajes caminan por Yugoslavia (antes y después de Tito) sin darse cuenta que su talante aburrido, los hace excepcionales.

Cada uno en su escuela, por separado, evitaba estudiar las mismas lecciones de historia, mortalmente aburridas. Escuela de agricultura. La de técnicos mecánicos. La preparatoria. No se conocían casi. Tal vez antaño se sentaban juntos, de izquierda a derecha, en la misma fila del cine Sutjeska. Pero lo único seguro es que la historia los reunió para siempre en la placa-homenaje que contenía los apellidos de los caídos en las guerras de los años noventa:

—Petronijević (el que afirmaba que sabía todo, que no tenía que estudiar nada) cayó en Croacia como reservista; había acudido al llamado por no poder olvidar sin más ni más el juramento hecho en el Ejército Popular Yugoslavo, se desangró en un campo de Slavonija herido de muerte por una mina terrestre llamada «la esperadora».

—Resavac (el que afirmaba que tenía tiempo, que iba a aprender todo después) murió como voluntario en Bosnia, no se sabe ni dónde ni cómo, y a juzgar por todo, tampoco por qué, jamás se ha encontrado su cuerpo, y la idea por la cual se sintió llamado se fue desvirtuando poco a poco;

—Stanimirović (el que esperaba que la lenta profesora de historia no llegara hasta su apellido) fue alcanzado por los fragmentos de bombas de racimo de la OTAN como transeúnte, mientras visitaba a sus parientes en Niš; las bombas caían dentro de los límites de error permitido de unos centenares de vidas humanas más o menos…

Bajo el techo que se está descarapelando (fragmento).


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27.10.09

Cena entre Chacales con Elvis


El pasado viernes Elvis me invitó a hablar de Cena entre Chacales a su programa en Reactor 105, Del IMER. Aquí un stream de aquella charla. Mil gracias Elvis.










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24.10.09


...Y es que nunca fue tan sexy ir por el champurrado.



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14.10.09

El miedo a la oscuridad.

2.

Yo soy amigo de El Personaje. Lo sé porque me sonríe sólo a mí al término de las juntas. A nadie más. Quisiera poder explicar más detalles de cómo es, pero, como habrán de imaginarse, una sonrisa no es más que un gesto. Jamás una puerta de entrada. Nadie conoce la puerta de entrada del Personaje. Pero a mí, por lo menos, me sonríe cada que las juntas terminan.

Y las juntas sólo terminan cuando él lo decide.

Ser amigo del Personaje no es más que un gesto. Como la sonrisa que me ofrece. Nadie es amigo del Personaje, él no tiene amigos. Sólo objetivos. Ha trabajado muy duro durante los últimos años como para tener otra cosa que no sean objetivos. Ha trabajado tan duro todos estos años que esos objetivos ahora también son nuestros. Todos hemos trabajado duro.

Yo estoy aquí por la misma razón que el resto: fastidio, vergüenza, hartazgo. Todo eso. Pero yo en realidad llegué por casualidad. Y no es que no estuviera fastidiado, ni avergonzado o harto. Lo estoy, mucho, todo; pero yo llegué por culpa de Bernardo. Él me trajo un día a una de las juntas, con el pretexto de poderles ser de utilidad. Él Personaje se enojó mucho. Después de reprender a Bernardo y amenazar con abandonar el plan y en general, todo tipo de actividad, decidió terminar la junta. Nos llamó a Bernardo y a mí, y tras una buena auscultación decidió que sí, que quizá podría serles de utilidad. Para entonces yo ya me sentía fastidiado, avergonzado y harto. Ya era uno de ellos y aún no presenciaba ni una junta completa.

Para la siguiente junta, el Personaje inició dándome la bienvenida hablando de cómo les sería útil. Nadie, ni Bernardo, replicó. Yo acepté contento. Mientras explicaba mi tarea, el Personaje dijo con mucho cuidado las palabras ‘valor’, ‘encomienda’, ‘futuro’ y ‘caos’. Creo que no en ese orden, pero eso es lo de menos. Yo no he hecho nada importante en mi vida, mucho menos algo que en la misma oración se encontraran esas palabras.

Asistí a muchas juntas. Creo que fueron otras seis o siete, no recuerdo bien. Pero ya no volví a hablar. De hecho jamás dije nada en ninguna de ellas. En la primera, tan pronto asentí a modo de consentimiento, la junta siguió. Hablaban de muchas cosas. Hablaban de Fastidio, de hartazgo y de vergüenza. No estoy muy seguro de qué o hacia qué. Pero así me sentía yo también y con eso bastaba. Además, cada que terminaban las juntas, el Personaje me sonreía. Una ocasión me dijo que para la próxima llevaría algo para mí. Dormí muy poco los días siguientes, hasta que Bernardo pasó por mí para una nueva reunión. Cuando llegó yo tenía dos horas esperándolo. El Personaje había prometido llevarme algo y no debía faltar. Cumplió su palabra y me entregó el chaleco. Creo que no he sentido tanta dicha como cuando me lo probé. Lo único que me molestó es que Bernardo lo conservó por órdenes del Personaje. No puedo usarlos hasta que vayamos al metro. Entonces podré hacer algo en la vida que tenga que ver con valor, con encomienda, con futuro y con caos.



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9.10.09

Cena entre chacales en D.F.

El buen José Luis Torres, de la librería Hypatia, en la Casa refugio Citlaltepetl, ha organizado la presentación de mi libro, Cena entre chacales, en el D.F. Para ello, Lo buenos Bernardo Esquinca y Tryno Maldonado, han aceptado hacer los comentarios en la presentación.

Aquí el flyer que me hizo llegar Torres. Están todos invitados.


La Casa refugio está aquí.


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6.10.09

Mercedes Sosa



Mis padres y yo nos educamos juntos. Cuando nací, mi madre tenía apenas 16 años y mi padre 19. Nos educamos juntos a partir de lo mejor y lo peor de cada una de sus familias. Hoy mis padres tienen más de 15 años separados y yo, unos 3 de no vivir en la casa materna. Pero nos educamos juntos.

La ideología que mi padre adoptó en la adolescencia nos formó una serie de gustos. Crecimos los tres en una ciudad de pasado industrial en donde, dice mi padre y mi madre lo confirma a veces, otras lo niega; la planeación permanente, la propiedad mixta (entre social y privada) y el desarrollo a partir de servicios de toda clase permitió que un caldo de cultivo pro-socialista se diera ahí. No era raro que algunos de nuestros vecinos fueran chilenos o uruguayos exiliados por las dictaduras militares. Tampoco era raro que cada 11 de septiembre se llevara a cabo una ofrenda en uno de los poquísimos monumentos a Salvador Allende que hay en el país (aunque creo que ya se lo robaron). En Donde el latinoamericanismo era moneda de orden corriente en nuestra educación.

Después todo se descompuso. La ciudad se volvió una mierda, se llenó de narcotraficantes y tan sólo mirarla de paso da tristeza. Mis padres se separaron y todo fue un desmadre.

Pero, como nos criamos juntos, nos quedó la música.

Mi madre me arrullaba con una canción en especial que teníamos en un vinil de Mercedes Sosa. Las pedas que mis padres realizaban en nuestras casas (nos mudamos como húngaros toda la vida) eran una clase de pase de lista de toda esa música. Y Sosa siempre estuvo ahí. En la comida, por la noche, despertando, en la radio. Ahí, como familiar.

Años después mi padre me quitó un par de cd’s de ella. Ya devuélvemelos.

Años después murió. Lo platiqué con mi madre el fin de semana. Guardó silencio. Mi padre, no sé. Todo estamos tristes.

Hoy le he pedido a C que programe la música. Aquí también estamos tristes.


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