8.7.06

Buenas tardes, camarada

.II
Cuando recibí aquel telegrama de Aurora esperaba un guiño, acaso un anhelo que dilapidara la distancia: «muero por tocarte. El país marcha. Te extraño. El beso: tuyo. Boris». Era cotidiano elucubrar en claves sutiles nuestra correspondencia. Nada extraño para una pareja distanciada, incluso lugar común en una pareja distanciada por la guerra. Pero ¿cuán típico resultaría para una pareja distanciada por una guerra ajena? No lo sé. Lo cierto era que esa distancia tan impropia sólo exacerbaba dichos deseos. Y pese a todo: no. Ni anhelos, ni besos, ni roces. En su lugar un nudo en mi garganta y seguramente sudor en sus manos. Aun recuerdo el momento en que asía el trozo de papel que contenía el mensaje y mis manos tiemblan.

: Hoy llega Liev. Informa a David. Boris

Ello, desde luego, no pertenecía a ningún tipo de clave amorosa. Sus palabras asumían un peso descomunal en el papel y en mis manos. Un peso casi insostenible. Esta vez sus palabras eran tan diáfanas como desgarradoras. Mi cándida labor de burócrata de guerra al servicio de un imponente fanfarrón terminaba del modo más lamentable. Desde ese día, sin saberlo, al leer dicho telegrama, ya era un espía. Había que informarle de inmediato al Coronel Alfaro.
El Coronel me citó enseguida. Tan pronto se aseara nos encontraríamos en el café que
Se encuentra en la esquina de la plaça del mercat y San Vicente. Para ello faltarían un par de horas. La vanidad del Coronel no le permitiría salir con un sólo cabello fuera de lugar, con una sola mácula en su calzado. Mientras tanto di una caminata por la Ciutat Vella.
Llevaba poco más de una hora caminando sin sosiego. Los demonios en mi cabeza me abatían. Mi paso ya resultaba cansado y me conminaba a urdir multitud de imágenes atroces: Si en algún momento, a partir de entonces, fuésemos descubiertos por el gobierno mexicano —descubiertos en la empresa que iniciamos en el momento de recibir el telegrama—, con seguridad una multitud de personajes poderosos pondría precio a nuestras cabezas. Incluso el presidente estaría dispuesto a firmar algún cheque compensatorio.
Parece absurdo y quizá lo sea, si pensamos en el papel que ha venido jugando Moscú en esta guerra y sobre todo en las relaciones con México. Sin embargo es innegable que Liev ha sido aceptado por Cárdenas y su gobierno, que ahora es un huésped distinguido y en peligro latente y que el gobierno de Cárdenas no reparará en desollar vivo a cualquier traidor de la hospitalidad mexicana. Miedo. Miedo que gotea desde mi pene hasta mojar un poco los calzoncillos. El sol quema desde muy temprano. Necesito refugio.
Barón de Carcer se ha difuminado a mi paso y decido doblar a la derecha. Sistemáticamente encuentro refugio en la esglesia dels Sants Joans. Me introduzco con sigilo: se encuentra vacía por completo. Un recuerdo de la infancia irrumpe mientras me acomodo en una banca. Las iglesias siempre me han brindado un confort extraño. Me imagino devoto y sereno elevando una plegaria pero al instante desbarato dicha idea. Es más bien el confort una de las tantas extrañas enseñanzas de mi padre, quien no dudaba un segundo en introducirse conmigo a cualquier capilla o iglesia durante los largos paseos que acostumbrábamos dar en la ciudad de México.
«Escucha, Javier: a lo largo de la historia los edificios religiosos han tenido un montón de usos. Han sido templos de alabanza, refugios para desvalidos, patíbulos sangrientos, incluso foros políticos, sobre todo foros políticos: ¡pinches reaccionarios! Pero para serte franco, sólo conservan un objeto de utilidad: resguardo después de una larga caminata. Para eso y para mirar cómo derrochaban estúpidamente las riquezas de nuestro pueblo, ahora, convertido en arte». Nunca dudé de ello. Y por supuesto, mi padre era un ateo de cepa. Era entonces ese recuerdo el que me proporcionaba confort. Pero al mismo tiempo las evocaciones paternales me incendiaban la sangre: por él es que estoy aquí. Por él es que llegué hasta el PCM. Por él toda esta cadena en ascendente que me colocó en España, luchando en una guerra que no me pertenece y al mando de un sujeto que a la distancia puede parecer un genio, pero en la convivencia del día a día no es más que un fanfarrón ilustrado.
Ya era tiempo de reunirme con el Coronel.
Llegué a toda prisa. Aunque fue inútil: el Coronel ya se encontraba en el café, con rostro impaciente e irritado. Cuando me presenté ante él, no reparó en mi presencia. Miraba con atención un cartel situado en una de las paredes exteriores. Un monstruo verde y de colmillos afilados encabezando una svástica negra y rota, siendo atravesado desde el hocico por una flecha rojinegra con la leyenda ‘IBERIA’. El cartel era uno de los tantos recursos propagandísticos que las milicias utilizaban para ganar adeptos:

¡compañeros!
ALISTADNOS EN LA
COLUMNA
IBERIA
REFORZAREIS LA
LUCHA CONTRA EL
FACISMO
OFICINA DE ALISTAMIENTO:
PAZ, 29, VALENCIA


—Qué pésima proporción del color. Es un bodrio. Además, la bestia es horrenda. Seguramente yo lo habría hecho mejor. ¿Tú qué opinas, Sarraceno? — me cuestionó sin alcanzar a mirarme.
—Desconozco en lo absoluto la teoría del arte, Coronel. Y para serle franco, tampoco me interesa del todo.
—Me resulta inconcebible que tu padre, el Camarada Jacobo no te haya iniciado en el arte, mi querido Sarraceno. Jacobo nos acompañó en muchos de los trabajos murales que realizamos en años anteriores. Aunque claro, tu padre simplemente fue un ‘buen’ camarada. En fin. ¿Qué es lo que tienes que informarme? —Replicó Alfaro con megalomanía.
—He recibido un telegrama desde México. De Aurora, Coronel.
—¿Y bien? ¿Qué nuevas nos tiene la Camarada Olvera?
—Prefiero que lo mire usted mismo, Coronel.

Le extendí el trozo de papel que contenía el telegrama. Alfaro se colocó unos anteojos ridículos y se dispuso a leerlo: «: Hoy llega Liev. Informa a David. Boris». De inmediato su rostro se enrojeció y dislocó. Apretó con fuerza el telegrama y lo arrojó al suelo. Al igual que yo, sabía perfectamente que su trabajo en las brigadas internacionales sería interrumpido por una misión mucho más importante y vital para su camarilla. La construcción de sus loas y anécdotas heroicas en el frente tendrían que esperar, o en el más lógico de los casos, ser acuñadas por su imaginario. Aguardó en silencio unos minutos. Pidió un café más y continuó mirando los alrededores, impasible, como si jamás le hubiese entregado noticia alguna. Parecía entonces que no le importara en lo más mínimo la llegada de Trotsky a nuestro país.

—¿Sabes? No esperaba tan pronto al muy cabrón. —Espetó, ya sereno— De hecho guardaba esperanzas en que Noruega pudiera al fin asilarlo y protegerlo. Liev en México es para nosotros una bomba de tiempo que puede estallarnos en el rostro, Sarraceno.
—¿Y por qué no lo asilaron en Noruega?
—Trotsky es una bomba de tiempo. Para Noruega hubiese representado un enfrentamiento directo con Moscú. Stalin no va a descansar hasta que muera. Utilizará todos sus recursos políticos y militares para conseguirlo. Asimismo, Noruega está muy cerca de Rusia y sus fronteras son muy porosas; en cualquier momento se habrían infiltrado sicarios y eso habría implicado un conflicto diplomático. Noruega hizo lo que pudo y por fin se purgo de aquel traidor. Lo que no entiendo es cómo el camarada Lombardo permitió que Cárdenas aceptara a Trotsky. ¿Se habrá vuelto loco?
—Quizá el Presidente no le consultó.
—¡Imposible, Sarraceno! No hay ni una sola decisión desde Palacio Nacional que no pase por los oídos de Vicente. Realmente estoy desconcertado.
—¿Que sugiere entonces, Coronel?
—Por lo pronto yo tengo que ausentarme algunos días de Valencia. Quizá salga incluso de España. Pero en un par de horas tengo un encuentro con un camarada inglés, David Crook. Fue enviado por el Kremlin a vigilar a un escritorcillo en Cataluña: George Orwell. ¿Te suena familiar?
—No, Coronel.
—No importa. De cualquier modo tú tendrás que ocuparte ahora de Crook. Al parecer tiene indicios de información importante que posee Orwell sobre Trotsky. No lo dejes ir hasta que te haya dicho todo y por favor, envíale mis saludos y mis más sentidas disculpas. Coméntale que he tenido que anteponer mi cita por una misión especial que me han encomendado desde México para exterminar al Zorrillo.
—¿El Zorrilo?
—Obedece y no cuestiones. Él entenderá perfectamente a qué me refiero. La cita es en dos horas dentro de La lonja. Sé puntual.

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9.6.06

Buenas tardes, camarada

.I
Un tufillo a azahares colma el aire, ad nauseum. El coronel se encuentra sentado en la terraza de un café. La plaça de la verge se observa lacónica; ya no parece ser la calle ni la ciutat vella de antaño: profusa, inundada de paseantes y mercaderes. No, ahora sólo logra atisbar a un par de mujeres viejas, entradas en carnes, caminando con prisa; ellas y una multitud de soldados y burócratas que van de un sitio a otro con la marcha de una colonia de hormigas despavorida: la República perece y no hay tiempo para paseos. No obstante él da sorbos a su ‘carajillo’ mientras espera la llegada del mensajero que se apresura desde las antiguas murallas a llevarle los diarios. Y otea parsimonioso, como si quisiera capturar la esencia de los naranjos y de las piedras sobre piedras y de las liturgias ancestrales intra-murallas y del andar de siglos y siglos de una ciudad ahora convulsa. Como si se dispusiera a iniciar un boceto.
El mensajero llega apresurado y sólo después de un silencioso saludo marcial se retira. En la mesa del coronel ahora también se encuentra una pila de periódicos, encabezando por La Batalla, órgano propagandístico del Partido Obrero de Unificación Marxista. En la primera plana encuentra un texto que le alarma. Es el tres de septiembre de mil novecientos treinta y seis:

En Moscú han sido fusilados, en las monstruosas condiciones que todo el mundo
sabe, Zinoviev, Kamenev, Smirnov y varios militantes bolcheviques más en número
de dieciséis […] Trotski, el compañero de Lenin, el gran organizador del
Ejército Rojo, no ha podido ser fusilado por la sencilla razón de que no se
encuentra en Rusia, bajo la férula de Stalin. Pero es sistemática y sañudamente
perseguido. Desde hace años su vida es un verdadero calvario. Hoy corre un
positivo peligro. Se exige su expulsión o su confinamiento. Se le trata como a
un criminal. Se incita, incluso, al asesinato contra él. Nosotros que nos somos
trotskistas, que tenemos divergencias con Trotski, consideramos que se comete un
crimen contra él y exigimos que cese ese escándalo internacional. La clase
trabajadora española, la clase trabajadora catalana, no puede pasar por la
vergüenza de permitir ese escándalo. Nosotros, seguros de interpretar su sentir,
exigimos que se ofrezca un refugio a trotski en Cataluña, bajo la protección
revolucionaria de la clase trabajadora. Sabemos de dónde vendrán las
resistencias de este noble propósito. Contra ella lucharemos con toda energía,
en cumplimiento de un alto deber de solidaridad revolucionaria.


El ritmo cardiaco del Coronel se acelera al punto de que le falta el aire. No concibe semejante ataque. Los trotskistas catalanes defendían lo indefendible, y ¡vaya cómo! Aquella bufonada no era más que un intento de minar los pujos de la República por ganar terreno en la opinión internacional. Sabe de antemano que se trata de traidores, pero jamás esperó semejante farsa. El coronel, alterado y molesto, arroja con fuerza el diario al suelo: «¡Hijos de la chingada!», musita.

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Afiche: 4:27 a.m.





We have to start somewhere/ We have to start sometime/ What better place than here?/ What better time than now?
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Hace unas semanas nos encontramos el Pancho Rodríguez y yo para presentar su novela Una de balazos; en ella se proyectó un cortometraje bastante botana acerca del mismo libro. Ojalá y tenga oportunidad de comercializarse o ya de jodido regalarse o venderse a 15 varos en algún puesto pirata. Ojalá.
Por cierto, ese mismo Pancho Rodríguez sacará a las salas de cine a finales de año De ángeles flores y fuentes. Ya pasará por la lupa.

Aquí un par de fotos que unos cuates del Milenio me hicieron llegar:




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22.4.06

Esta, quizá sea una noticia un poco vieja. No sé. No tiene anotada ninguna fecha, pero de cualquier modo esta nota me ha dibujado una enorme sonrisa. Y por supuesto, ha hecho mi semana, y por qué no, mi semestre:

“it's official, The Smashing Pumpkins are currently writing songs for their
upcoming album, their first since 2000. no release date has yet been set, but
the band plans to begin recording this summer.”


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18.4.06

Once Vs. Uno

Por la mañana iba resuelto a ponerle en la madre a Jürgen. Eso lo tenía bien claro. El muy cabrón se regocijaría con nosotros; además de todo, el pobre diablo de Ramírez sería la candonga del anciano, ¡claro!, como él era el más vehemente aficionado. Pero ¿qué culpa tenía Ramírez?, si los insolentes eran otros, los once perdedores. Y pensar que hasta me desvelé a petición del imbécil de mi cuñado para ver el juego cuando siempre lo he abominado. Como fuera, ya le tocaba su madrina al alemán. Todos eran unos cobardes, irían enfurecidos a la oficina pero ninguno diría nada, agacharían la cabeza y saludarían a su jefe con la mirada baja, soportando sus comentarios dolosos: ¡Pinches jotos! Yo no iba a tolerar ninguna burla, tan pronto se atreviera a hacerme algún comentario le soltaría un madrazo. No se diga más.
Por si fuera poco, el auto no encendía y ya era lo bastante tarde como para buscar la avería. Descargué toda mi cólera contra el volante del bocho: qué ironía. La rabia me asaltaba y comenzaba a temer un extraño complot de los teutones contra mí. ¡Ingratos! Mi pueblo siempre ha sido benevolente con ellos. Fuimos el país que más bochitos compró en la historia, y antes incluso estuvimos a punto de apoyarlos en su empresa de conquistar el mundo. Y aunque no fuera así, yo constantemente he profesado admiración a sus filósofos, hasta incluía en mi jerga yuppie la dialéctica y el nihilismo y la fenomenología. A tal grado llegaba la devoción hacia ellos, que me consideraba marxista para apantallar a los amigos de mi esposa. ¿Qué les costaba dejarse anotar? Muy osado deseo. Entonces ¿Qué les costaba dejar al ojete de mi jefe allá? Eso sí no era tan difícil: «Jürgen, te chingas: a regentear en Dusseldorf». Y listo: como lenitivo pudo haber ido cada fin de semana a mirar a las putas holandesas tras los aparadores. Pero no: «te vas a México: esclaviza a una bola de oficinistas perdedores, como sus once».
Durante el camino los noticieros se lamentaban como cada cuatro años la derrota: “la oportunidad de oro”, “jugamos como nunca, perdimos como siempre”, “la maldición de la Malinche”, “por poco” y estupideces del mismo estilo. Conforme avanzaba rumbo a la oficina mi mente se plagaba de todos y cada uno de los recuerdos que me evocaba Alemania: la extraña veneración que le guardaba mi abuelo al tercer Reich —extrañísimo, pues pese a todo, somos descendientes de judíos—, la melancolía que me provocaba el hipócrita Ich bin ein Berliner de Kennedy en la puerta de Brandemburgo, Roger Waters haciendo uno de los más memorables conciertos en la línea divisoria; las estampas Wim-Wenderianas y sus ángeles dando el rol por Berlín, las gordas semi-encueradas con piel transparente, tomando el sol de verano en el Teufelsberg que aparecen en la postal que me enviaron desde allá, en fin; hasta las lágrimas que me produjo escuchar por primera vez a Wagner: nada. Ni aquellas bellas reminiscencias disminuían mi determinación: si Jürgen intentara en lo más mínimo humillarme por el penal, lo madreaba.
Por más que buscaba una razón lógica para mi sosiego, no lograba entender cómo era posible que esa caterva de fracasados nos representara en semejante justa. Mi sangre hervía con sólo pronunciar alguno de sus apellidos. Pero más que ninguno el del imbécil que falló aquel penalti que nos pudo haber dado la victoria: Blanco. Maldito sea. Y doblemente maldito por llevar apellido de mi madre. Mi jefe terminaría con la poca dignidad que conserva aún Ramírez y de inmediato hundirá sus colmillos en mi yugular. Y no lo culpo. Nos lo merecemos, ¿nos lo merecemos? De ningún modo: Ramírez lo merece, Martínez lo merece, Pardo lo merece, incluso el pinche gringo del Duncan lo merece. Yo, ni madres: siempre he detestado el fútbol.
Llegaba al estacionamiento de la empresa y como si la conjura germana marchara puntualmente el bochito se apaga por propia cuenta metros antes de llegar a mi cajón. Mientras lo empujo, la furia transpira por mis poros. Necesitaba un auto nuevo. Probablemente sería mala idea perder el empleo, aunque no dejaría de ser atractivo golpear al anciano. Empujaba resollando como puerco hasta que me topé con una visión. La oportunidad de oro: el BMW de Jürgen justo frente a mi bocho averiado. A solo tres o cuatro metros, usurpando mi cajón. Tomé un respiro profundo y empujé con todas mis fuerzas. El resto era tarea de la cinemática: la parrilla y un faro quedaron hechos añicos. Estúpido: el muy cándido no usaba alarma, como si esto fuera Alemania y no las nalgas del mundo. Y el vigilante no apareció a pesar de lo atronador del golpe. De cualquier modo el trabajo estaba hecho. De inmediato acomodé mi auto en el cajón contiguo. Debo confesar que pese al daño que había hecho al auto los demonios me asaltaban. Las manos de Kahn con el balón, el rostro descompuesto y sin cuello de Blanco, gimoteando; la mirada atónita de varios miles de aficionados en el estadio, las maldiciones proferidas por millones de desvelados ante el televisor. Todas esas imágenes seguían rondando mi memoria, no podía evitarlo. No lo pensé dos veces y me dirigí con el bate que guardaba bajo el asiento y saldé la derrota: calaveras traseras, el faro restante, un cristal. Al final tomé mis llaves y aticé un rayón a lo largo del gris del cofre y puertas del copiloto y pasajero. Por la honra.
Llegué a la oficina y él se encontraba al fondo, en su oficina. Desde ahí lograba ver todos los cubículos a su cargo. En el aire se podía percibir la sensación de inferioridad; al menos yo así lo percibía entonces, además de que mi cuerpo comenzaba a sudar frío. Me sentía en una cantina, un domingo por la noche. Ramírez, Pardo, Martínez, y hasta Duncan se miraban muy lozanos. ¿Cabía la posibilidad de la piedad del jefe? Qué más daba: tenía muy claro qué hacer en cualquier contingencia. Yo, por lo pronto, caminaba. Hasta que sonriente salió Jürgen de su oficina, directo al abordaje.

—Hey, Javier: gut gespielt —me dijo afable
—Gracias, bien ganado para ustedes —le sonreí hipócritamente. Pensaba para mis adentros: ¡Chinga a tu madre!

® 2006. Said Javier Estrella

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16.4.06

Una rola para la semana santa

Haven't seen you in quite a while / I was down the hold, just passing time. / Last time we met it was a low-lit room / We were as close together as a bride and groom./ We ate the food, we drank the wine / Everybody having a good time except you. / You were talking about the end of the world. / I took the money, I spiked your drink / You miss too much these days if you stop to think. / You led me on with those innocent eyes / And you know I love the element of surprise. / In the garden I was playing the tart / I kissed your lips and broke your heart. / You, you were acting like it was the end of the world. / In my dream, I was drowning my sorrows / But my sorrows they'd learned to swim / Surrounding me, going down on me / Spilling over the brim / Waves of regret and waves of joy. / I reached out for the one I tried to destroy. / You, you said you'd wait till the end of the world.

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4.4.06

Tres afiches para ir al cine



I.
Una postal: Love’s a mistake.
La postal como canal de encierro, de confinamiento a la brevedad, de imagen fugaz que se nos escapa de las manos. De condena en el exilio de la impronta, de destierro de la impronta. Brokeback mountain nos enclaustra en una postal. Nos increpa y nos sacude hasta el cansancio. Nos inventa cómplices y seguimos el juego, y lo jugamos y lo reconocemos. Nos interna en un sitio tan ríspido como nuestra propia cotidianeidad. Y es que cuán diferente puede llegar a ser nuestra desesperación, nuestro anhelo y añoranza. Nuestro secreto. Pareciera que la homosexualidad funcionara como bandeja de agua para puritanos y pretexto para lo obvio: el amor es un error que puede costarnos la vida. O peor aun, el tiempo.
Todos somos Del Mar. Todos somos Twist. Todos.

Foto: Eniac Martínez


II.
Una nota periodística: El amor es una comedia.
La nota como clamor, como respuesta al macabro eufemismo ‘en desarrollo’, como grito ahogado —a veces, muchas, de risa— contra la barbarie sorda. EL ácido como corrosivo de un tejido social punzante hasta las rasgaduras. Escozando las heridas inundados de hilaridad desquiciante. Reírse del espejo es lugar común mexicano. Morirse de hambre o morir por hambre lo es, también. Un mundo maravilloso es La comedia del hambre y el amor. Pero sobre todo es el reflejo de una tensión palpable y lacerante. Lo mexicano, pues: Reírse y mearse y cagarse en la herida. Esa de los 60 millones, y creciendo hasta que nos alcance, o hasta que se reviente.



III.
Una carta: L’amour ce moi.
Probablemente Narciso jamás pensó en la posibilidad de cartearse y entrevistarse con aquella efigie preciosa que lograba merodear en el río. Osado llegaba a su encuentro e insistía una y otra vez en besarla. Desvanecerla.
Capote, mundano y mordaz entendía las consecuencias de la osadía narcisita. Cuasi-enamorarse de su propia versión torcida encarnada en el cuasi-cherokee, le valió la revolución de las letras. Capote. Simplemente la infaltable. Sólo quizá, la película del año pasado, y acá, la película del año.


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18.3.06


"Voy caminando en la calle, mirando a las muchachas"
-IMS (Instituto Mexicano del Sonido)

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16.3.06

¿Heil Newpi?


En 1993 contaba con apenas 12 años y ya era todo un outsider. Mi cadera maltrecha acabó por averiarse y caí en un descendente social que para un chico de mi edad era algo similar a la no-existencia: ya no salía a jugar, en su lugar: terapia.
Esa nueva etapa me conminó a usar una suerte de zapatos ortopédicos en plena pubertad; a adecuar la ropa para ese nuevo y monstruoso calzado e irremediablemente a convertirme en la versión más patética de un ‘señor chiquito’; además de no poder caminar largos tramos y si lo hacía tendría que ser con un paso tan estúpido como el de un pingüino. Y así, algunos llegaron a llamarme así: pinche pingüino. Aunque claro, cuando ellos me llamaban de ese modo yo siempre los llamaba: chinga a tu madre. Buen trueque. Nomotético.

Afortunadamente aparecieron otros outsiders y de algún modo u otro, la no-existencia parecía convertirse en colectiva. En ese limbo ya no estaba sólo y podía, por lo menos, sentirme agradecido.

Así que ese grupo de no-púberes, sí-raros, comenzamos a generar códigos de conducta tan similares a los de los sí-existentes (todos disímbolos obviamente: las hormonas no son sectarias) aunque no por eso lográbamos pertenecer a algún grupo y ni siquiera lo deseábamos, pues sabíamos de antemano que cualquier intento sería rechazado: Nos escabullíamos de la escuela para salir a mirar películas porno que lograba hurtar Alejandro, intentábamos con mediano éxito escalar la cumbre del monte más cercano, nos reuníamos s fumar como idiotas en mi casa, et al. Pero también nos convertimos en adictos a una telenovela animada, japonesa por supuesto: Los súper campeones.

Disfrutábamos mirar como aquellos japoneses ojones lograban lo inimaginable: chilenas a unos 2 o 3 metros de altura, el cambio de dirección de un portero en el aire, canchas kilométricas, la supresión del tiempo real en retahílas que duraban minutos durante una barrida o la suspensión en el aire. En fin. Un melodrama digno de telenovela mexicana clase ‘B’.

Un par de años después la cadera sanó y nos desperdigamos, y aunque aun no ‘pertenecíamos’ nuestra identidad se revelaba poco a poco.

Uno de nosotros siguió enviciado con el programa. Grababa cada capítulo en los VHS de los quince años de su hermana y en los de la boda del tío, coleccionaba estampas y tarjetas y posters y cualquier objeto que se relacionara con la serie; A su perro lo renombre Oliver y construyó una casa con un letrero en la entrada con la leyenda "Newpi".

Él era un sujeto de estatura media. Tez morena, prácticamente negra. No sabía por qué, pero durante una visita que le hicimos hace algunos años, encontramos con sorpresa que en la cabecera de su habitación se encontraba una gigantesca bandera del tercer Reich. Era una idea estúpida, pero el la veneraba con especial fervor. No lo visitamos más.

Hoy me topé con una nota en El País. Quedé atónito. Descubrí el por qué.


Aquí la nota:
Vuelven Oliver y Benji

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10.3.06

Contra el aire

.1

Cuando María entró por primera vez a la habitación el olor le resultaba extrañamente familiar. Aquel picor que alojaba el humo que vagaba errante bajo el techo del dormitorio, la remitía a un caudal de recuerdos junto a él.
Siempre imaginó que sólo se trataba de un pésimo gusto al momento de elegir fragancia. En ningún momento pensó en incienso u otra madera o fragancia que se activara tras la combustión. Aunque esta vez sabía de qué iba. Alain Volaba. Su olfato lo percibió desde que comenzaba a subir las escaleras. Al entrar, en efecto notó que Alain se encontraba literalmente suspendido en el aire. Sus pies señalaban con las puntas, dibujaban una trayectoria pendular, trazando líneas y curvas imaginarias en el montoncito de mierda que lo sucedía en el suelo. Incluso aquel vaivén azuzaba a un par de moscas que merodeaban con insistencia el festín.
Si bien María sonreía con una avidez profusa, sus ojos se encontraban lo suficientemente abiertos como para sacarlos de sus órbitas: intentaba sin éxito descifrar el sentido o significado de la errática trayectoria de Alain. En un principio intentó pasarlo por alto, atribuir al viento o a todo aquel nimbo de marihuana. No obstante, las ventanas se encontraban bien cerradas y además tenía total conocimiento de la lucidez que Alain se inducía, narcotizado, lo cual, representaba un acontecimiento digno de atención. Es que siempre fue un poco idiota. Era absurdo pensar en que sus movimientos fuesen arbitrarios. Alain habría deliberado toda la escena; todo, con puntual énfasis en cada detalle.

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3.3.06

Desde la poltrona

Lecturas para quien acaba de abandonar su empleo yuppie:

La música del Azar; Paul Auster
Hombre Lento; J.M. Coetzee
La enfermedad y sus metáforas; Susan Sontag
El sida y sus metáforas; Susan Sontag
Cuentos, volumen 1; Scott Fitzgerald
Pastoral Americana; Philip Roth


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1.3.06

Topos truncado

Hoy caminé como desquiciado. Como si cada huella pudiera erosionar la frustración acumulada después de poco menos de doce horas, las últimas, de un suplicio ético latente. Nada. Esto no estaba previsto y los mocasines se adhieren a unos, ya, dolientes pies. ¿Por qué no decidí usar los tennis? En fin. Nada estaba planeado, necesitaba orear la furia. Desgastar el asfalto y el cuero de la suela como si ello fueran los infortunios.

Hoy leí: Febrero, mes mierdero. Qué razón tienen. Qué mierdero.

Pero caminaba con cólera y a manera de lenitivo intentaba trazar en mi mente un mapa de la ciudad. Mi i-pod wannabe (pues sólo le caben archivos) repite estrepitosamente lo recién pirateado en internet. No me dice nada, decido ignorarlo aunque siempre es mejor Mazzy star que los ruidos citadinos. Recorrí casi 10 Km. Mientras aquellos lesos pies comenzaban a inflamarse de un modo ingobernable, a punzar y a obligar a la piel de los mocasines a ablandarse poco a poco, al grado de sentir que en cualquier momento cederían los hilvanes.

El caso es que en la ciudad (Luvina V2.0, dice Lalo) Encontré algo que me perturbo hasta que se dibujó una sonrisa, sardónica, por supuesto, en mi rostro desencajado.

Vivo en una ciudad mutilada.

Ese fue el resultado del trazo topográfico mental. Llegando a casa. Conforme me descalzaba y los pies palpitaban con fuerza, notaba azorado la falta de norte, oriente y poniente. Y es que hasta donde mi memoria me permite referenciar, el punto más norte de la ciudad es el centro y sus cerros, los cuales, por muy cerros, no dejan de ser nombrados ‘centro’. Que el oriente son dos municipios distintos y que el poniente es igual.

Si es no es mutilación. Entonces es estupidez colectiva.

Me senté a revisar las nuevas y el morbo me instó a escribir este post. Necesitaba un par de fotografías de la ciudad mutilada y oh sorpresa: por si la no-cardinalidad fuese suficiente, encontré que estamos más amputados de lo que pudiera imaginar. Para el mundo Mi ciudad no es más que fútbol y un reloj gigante. A veces el viento, a veces el paste. Nunca otra cosa. Qué lástima. Me quedaré sin ilustraciones para el post.

No hay más qué decir, sólo enumerar objetos que no he podido encontrar aquí, acaso también mutilados.


Cinco libros que no encuentras en una ciudad mutilada

El descubrimiento del cielo: Harry Mulisch
Crónica del pájaro que da cuerda al mundo: Haruki Murakami.
Asfixia: Chuck Palahiniuk
La generación quemada: Antología
Las vírgenes suicidas: Jeffrey Eugenides

Cinco discos que no encuentras en una ciudad mutilada

Outro Quilombo: Renato Braz
Funeral: The arcade fire
End of the world party (just in case): Medeski Martin and Wood
Venezuelan zinga son Vol. 1: Los amigos invisibles
Like the deserts miss the rain: Everything but the girl

(Si alguien sabe donde conseguirlos en la cuidad mutilada, pues rolen)

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27.2.06

¿Quebecois? ¿Quebecúas? Who Cares?


¿Qué esperar de un matrimonio? Dos quebecúas con rostro de psicópatas, que además de lo obvio, saben usar toda una variedad de instrumentos. ¿Una banda? ¿Una melódica variación de Bonnie and Clyde? ¿Uno y otro? Tal vez. Lo cierto es que un matrimonio no fue suficiente. Habría que llamar a los cuates. Colmar los silencios.
¿Cómo mirar a siete quebecúas —incluido aquel matrimonio— intercambiando entre track y track la batería y la guitarra y el bajo y el teclado? No sólo eso: también el piano y el arpa y el violín y la harmónica y el chelo y el acordeón y el xilófono y la viola. ¿Mirarlos? Con una dulce incredulidad, seguramente.
¿De qué manera interpretar al Indie Rock multi-instrumental, con voces desgarradoras; Vocingleras, plagado de abruptas discordias y letras lastimeras que sólo fortalecen el propósito de arruinar cualquier intento de apoltronarse parsimonioso a escuchar un disco? Según ellos, con pericia desparpajada. Para muestra, un botón:

“If the children don’t grow up,our bodies get bigger
but our hearts get torn up.
We’re just a million little god’s
causin rain stormsTurnin’ every good thing to rust”
De: Wake up

“Hey, my eyes are shooting sparks,
la nuit, mes yeux t’eclairent.
Ne dis pas a ton pere
qu’il porte des oeillieres“

De : Une annee sans lumiere


Por último: ¿Cómo nombrar un disco cuya gestación alojó la muerte de parientes —quebecúas, probablemente— de algunos miembros de la banda? Lejos del soslayo, las letras y el color de la música lo auguraban: Funeral.

¿La banda? The Arcade Fire (Win Butler, Régine Chassagne, Richard Reed Parry, William Butler, Tim Kingsbury, Sarah Neufeld, Jeremy Gara.).
¿Su disco? Funeral. Merge records.

Fragmentos de Wikipedia:

Arcade Fire formed around the husband and wife duo of Butler and Chassagne. Joining together as recently as mid-2003, the current lineup solidified in late 2003/early 2004, when their first full-length album Funeral was recorded. Arcade Fire is known for its enthralling live performances, as well as its use of a large number of musical instruments. The promise showed by the band in its live shows allowed it to land a record contract with Chapel Hill-based independent record label Merge Records.

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Their first full-length album, Funeral, debuted in September 2004 in the USA and in February 2005 in the UK, and was very highly acclaimed by critics. The title of the debut album was chosen because of the deaths of several relatives of band members during recording. These events created a somber atmosphere which influenced songs such as “Une année sans lumière” (”A Year without Light”), “In the Backseat”, and “Haiti”, Chassagne’s elegy to her lost homeland.

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Without a major label backing, the success of the band and the album Funeral has been acclaimed as an internet phenomenon, with much of the early push coming from reviews on sites such as Pitchfork. The band booked small clubs for their 2004 tour but overwhelming interest forced many venue changes, far beyond the band’s expectations, and continued internationally into mid-2005 throughout the United States, Canada, Europe, and the SummerSonic Festival in Japan. Funeral made many top ten album lists for 2004.

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Memoria en Zoom

He venido queriendo meter este post semanas atrás. No obstante, debía agotar mis reservas acerca de la línea editorial y probable sesgo del sitio por parte del mandamás de su casa de origen. Y es que si algo he creído firmemente es lo reaccionario del pensar de Enrique Krauze. Pero esta vez será la excepción. Enhorabuena.
Lupa Ciudadana se perfila como un archivo inédito en nuestro país. El acopio de todas y cada una de las declaraciones que emitieron y emitirán los tres principales candidatos a la Presidencia de la República y, por supuesto, su comparación con sus propuestas y promesas de campaña, la factibilidad de dichas plataformas y en general, una confrontación de su retórica contra su propia lengua representa una herramienta valiosísima para la formación de un voto razonado. El voto anhelado, pues.
La premisa es simple: “Vivimos una época de plena impunidad declarativa, en la cual los políticos pueden decir y prometer cualquier cosa sin una contabilidad social y moral”. “Lupa ciudadana es el primer esfuerzo a nivel nacional por generar una memoria crítica de las declaraciones de los candidatos en escena, poniendo en marcha un órgano público y compartido de seguimiento crítico y analítico”. “Pretendemos crear una plataforma en México para obligar a los candidatos a participar en una nueva era de congruencia con sus promesas”. La idea en sí es estupenda. Larga vida entonces.

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Chauvinismo ranchero

Mientras el terco hábito que implica darle una revisada a algunos blogs me conminaba a sentarme frente a la máquina, leí casi sin atención una nota sobre represión en la provincia mexicana (¿Dónde no lo es?). Después de un par de días regresé a releerla por morboso, la neta. Obviamente al leer en su totalidad el caso, no pude sentirme sino indignado.
El caso es el de un jovencísimo escritor y periodista zacatecano, Joel Flores. Quien solía tener una columna en el Sol de zacatecas, llamada Kid A.
Joel tuvo la infame osadía (sic) de insinuar que no existía una tradición literaria en Zacatecas. Lo leí y releí y no encontré beligerancia en su columna, acaso ingenua honestidad. Aun así una caterva de culeros (no se le puede llamar de otro modo) lo instigó al grado de perder su columna, ser vituperado en la escuela e instado a los madrazos por estos tan tradicionales escritores, y claro, sus defensores.
Es lamentable encontrar chauvinismos rancheros pululando pro todo el país. Es preciso decir que en efecto, existen chispazos de genialidad en las letras mexicanas, que muy probablemente gozan de cabal salud, que existen escritoras y escritores brillantísimos en todo México; pero de eso, a que pudiera existir algún tipo de tradición literaria como uniformidad abúlica: nel.

Reproduzco el texto por el cual Joel flores se convirtió el proscrito en sus tierras y un post en el cual da explicación de lo ocurrido. A manera de solidaridad.

Nuestros narradores jóvenes y el costo de hablar de ellos.
El año pasado, en noviembre, abrí mi columna “kid a” (que pronto llegaría a su desaparición) en el suplemento del Sol de Zacatecas. Tenía meditado dedicarla a promover las novedades literarias tanto nacionales, internacionales y de nuestro pueblo. En realidad quería hablar de mis libros favoritos y los no favoritos. Para inaugurar la columna publiqué el artículo que leerán después de esta introducción, luego publiqué otros más, leí mucho y fui feliz, relativamente. Llegado el 2006 (tenía muchos planes y quería seguir siendo feliz), pero entre otras cosas, llegaron al periódico varias cartas firmadas con seudónimo en mi contra que polemizaban con este texto y terminaron con mi felicidad (esto también es relativo), lo de la felicidad aclaro. Sería bueno, para que tuvieran la nota completa, darles espacio en el bUNKER pero las perdí. Pero aquí no termina la historia, apenas comienza. Mejor reproduzco el artículo y ustedes juzguen por sí mismos. Tienen todo el derecho. El desenlace de esta maraña lo encontrarán un artículo más abajo, que, les adelanto, me costó varias enemistades, una pelea en un camión de la ruta 14, otro en una biblioteca pública y mi empleo como columnista.




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Literatura inconsecuente
Es difícil decir que la narrativa zacatecana goza de una tradición literaria. La pequeña cantidad de libros que se han publicado en estos años (hablo de compendios de cuentos de jóvenes narradores), delata la ausencia de originalidad. Y la búsqueda por encontrar un estilo propio. La literatura contemporánea se ha caracterizado por su renovación. Retoma el pasado para reafirmarlo con el carácter de lo nuevo. La manera de lograrlo es seguir los siguientes parámetros: la lectura de nuestros escritores de cabecera en la individualidad para encontrar una influencia y la autonomía. Si leemos a la narrativa joven zacatecana bajo esta afirmación, no encontramos una autonomía que la caracterice. Sólo estos rasgos: experimentos, espejismos, ecos, no bien logrados, de otros libros.
¿Se está creando una tradición literaria en esta ciudad? ¿Podemos encontrar un estilo definido? Hace tres años se publicó Temas y Variaciones, de Tryno Maldonado. En él se afirma que no hace falta una tradición literaria local para ser escritor. Sino crear un imaginario fuera de su entorno. El merito de Tryno en relegar los regionalismo tuvo agradables consecuencias: acaba de publicar su Viena roja en una editorial comercial, y por su calidad se sitúa en el centro del país. En sus manos se encuentra una narrativa autónoma. Y se lo aplaudimos todos, sin dejar atrás cierto recelo. Pero en Tryno no se encuentra el inicio de una tradición. Sólo un gesto novedoso, quizá un principio. Pero no una tradición.
¿En la licenciatura de Letras existen guías para los escritores jóvenes? Es un error. No existen talleres optativos de creación literaria, de guión cinematográfico, de ensayo o corrección de estilo. Mucho menos gruías para crear escritores jóvenes. Sólo es una carrera. Crea críticos que escriben iluminaciones sobre las formas narrativas, estudios de obras literarias de manera repensada. Y con esa formación nacen libros de cuentos como Quién escribe (paisajista), de Sergio Aguillón-Mata.
Sergio es un escritor de la escritura misma. De la indagación a base de rudimentos ensayisticos sobre la realidad. Es un especulador del sentido de la ficción. Usa artificios metatextuales, repite ideas de Elizondo y Bioy Casares. Es novedoso, si se le quiere llamar así. Sin embargo, un incómodo síntoma se nos presenta al leerlo: los monólogos de sus personajes, o su excesiva dimensión “culta”, “inteligente”, “renombrada, y snob”, termina por hacerlos pretenciosos, acartonados. Los monólogos inmovilizan el hilo narrativo de la historias, y retardan, de manera innecesaria, la contingencia de la acción. El peligro de estos síntomas lo convierten en un escritor menor. Dejan entrever el ego que atosiga a muchos escritores y ensayistas universitarios: presumir un conocimiento escolar a la primera oportunidad. Javier Cercas ya lo dijo, y muchos aún no lo han escuchado: “Quiero decir que los silencios son más elocuentes que las palabras y que todo el arte del narrador consiste en saber callarse a tiempo”.
Otro egresado de la escuela de Letras es Iván R. Montes. En su El inconcluso decaedro y otros relatos el titulo puede molestarnos, pero en él se rescata la intención de fraguar historias sin recurrir a indagaciones y largos monólogos como Sergio. No cabe duda que encontró pericia mientras urdió los conflictos de sus personajes guiándose, en uno de sus cuentos, en un mito azteca, y en otro, en un acróstico impredecible. Los finales de ambos relatos son sorpresivos. Pero por ciertos tics ornamentales vuelve su discurso lento y abrumador. Obligan al lector leer con diccionario en mano si quiere entender lo que se dice en la historia. Alguien alguna vez dijo: “El adjetivo, cuando no da vida, mata”. Algunos pasajes de El inconcluso decaedro... no están muertos, sino grises.
Estos dos libros pueden ser atractivos, si hablamos de experimentos con la estructura narrativa, de sus reflexiones teóricas, de sus adornos en el lenguaje. Pero no trasmiten sensibilidad. Son estériles. No conmueven. Son sobrios. No trastocan la visión del lector ante el mundo. Pueden discutirse en un aula universitaria. Analizarse y ver como un museo donde se encuentran ideas de otros escritores. Pero no descubrimos en ellos emotividad. Imaginación. Contagio. No enuncian una realidad. La desgastan.
En la narrativa joven zacatecana hay cosas distintas, también. Cosas que se hacen fuera de una escuela y fuera de las instituciones. El cuadernillo Ella ama lo puerco que soy, de Óscar E. López, es una escritura extrovertida. Disímil a la de los libros antes mencionados. Es una anomalía. Explota temas comerciales, nuevos en cierta medida: la figura raída del escritor sin compromiso literario, el alcoholismo, el onanismo, la tristeza juvenil. Sus cuentos son desenfadados, absurdos. Reflejan una realidad inmediata con nuestra realidad amedrentada. Nos conectan con ella gracias a una viva imaginación. Pero todo esto se disloca al descubrir, con dolor, un vicio muy de moda: la escritura influida por el Realismo sucio. No por Carver o Fante. Sino por el abúlico Bukowski. No es que el Realismo sucio sean un error. No. El error es que dejemos que las influencias escriban por nosotros. Y eso ya tiene fecha de caducidad. El valemadrismo Bukowskiano es contagioso, pero ha caducado y muchos se niegan a verlo, como se niegan a ver que hay más allá de la literatura universitaria, analista y repensada.
He aquí una parte de nuestra escritura joven. Es entristecedor verla como cuerpos sin vida que yacen en las camas metálicas de la morgue. Y despotricar en contra de ella (si se nos acomoda la palabra) por su nimiedad. Son pocos los aquí nombrados. No son todos. Son apenas unos libros, no el total. Son un guiño, no un rostro definido. ¿Tendrá un futuro? ¿Una autonomía? Aún no se sabe. Yo espero sea enorme, productiva. Y con ella poder formar una tradición literaria consecuente.


Joel Flores. 2005.



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mudanza.
1 «*Cambio». Acción y efecto de mudar[se].  Particularmente, cambio en las ideas o afectos.
2 «Acción de mudarse de casa o de local.
3 «Cada conjunto de movimientos con cierta unidad en la *danza.
4 «Cambio convencional en los nombres de las *notas en el solfeo antiguo, para designar el «si», antes de que recibiese este nombre.
Deshacer la mudanza. Ejecutar en orden inverso una mudanza ya ejecutada en el baile.

Diccionario de María Moliner


Abandonar la tribu. Caminar otros sitios. El Fausto izquierdo merodeando andenes. Habitando el ocho.


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