14.11.07

Though Guys don't dance. Ever

Noviembre 11. México D.F.

La noticia la leí hoy en el aeropuerto. Por cuestiones administrativas no podía llegar sino hasta antes de por lo menos dos horas para recoger un pase de abordar el cual fue el tema de todas las conversaciones y disgustos que tuve durante el fin de semana. Para el caso importa poco o nada. Sólo me limitaré a decir que ese vuelo, hasta la mañana de hoy, parecía perdido. Y no. Llegué a tiempo (casi una hora de adelanto) y me senté con un avellana Moka del Starbucks. El cual sabe a mierda. O mejor dicho, a lo que sabe la mierda después de comer montones de palomitas de caramelo. En fin. Esperaba en una mesa del aeropuerto y la noticia me la dio Lalo. Súbita.

—Gordo. ¿Qué crees?
—¿Qué pasó?
—Se murió Norman Mailer güey.
—No mames. ¿Cuándo?
—Ayer, Güey. Revísalo en internet.

Lo esperaba (como algo que puede esperar una persona que mira pasar el tiempo sin que le perturbe nada y aunque no fuera así, pasaría por alto). No sentí dolor. Acaso lástima. Vacío, sí: vacío. Justo como se debe sentir que muera el más querido (para ti) abuelo de tus amigos. Pérdida ajena pero de algún modo (indescriptible y lejano) dolorosa.
Tengo por ahí un par de novelas de Mailer y habré regalado unas cuantas más (mención aparte el profundo placer que me produce regalar sus libros a lectores poco avezados o de plano principiantes o decididamente moralinos). El vacío no era sino el vacío de la espera. De el siguiente libro, de la siguiente declaración incendiaria, Del siguiente Norman, por supuesto.
En abono a lo dicho comentaré que la obra completa de Mailer (en su conjunto) sólo representó para mí, largas horas de solaz. Nada más. Entonces habrá parecido absurda y ociosa la idea de la pérdida. Pero me detendré a explicar (aunque sólo lo suficiente): Mailer forjó buena parte de mis deseos e intentos (prácticamente fallidos) por dedicarme seriamente a la escritura, con sólo haber leído uno de sus libros: Los tipos duros no bailan. Esa, sin representar a ninguna de las demás por más geniales que puedan resultar, es la obra que marcó el resto de mis intentos de construir una voz, una poética o como quiera que se le llame.
Confieso que siempre he querido despertar del modo en que inicia la novela: crudo, ruco, jodido, con la eriza y después de 24 días de que mi mujer me haya abandonado para después descubrirme envuelto en una maraña de sucesos inquietantes. Ser misógino por convicción y no en el imaginario. Sembrar cualquier hierba y esperar a que algún meteoro la convierta en una obra de arte de la intoxicación. Decir cipote una y otra vez como un par de sus traducciones. Convertirme en un homofóbico decidido a pesar del amor que les tengo a tantas personas con dicha preferencia. Ser un poco Mailer. Ser, mejor aún, invento de Mailer.
Pero qué digo. De cualquier modo ha muerto.
Aquí la nota:

Mailer, punto final a una vida provocadora

El escritor estadounidense, cuya existencia siempre estuvo marcada por los contrastes y el escándalo, falleció ayer en Nueva York a los 84 años

• Lo voy a extrañar mucho: Tom Wolfe 2007-11-11
El Universal
Domingo 11 de noviembre de 2007

NUEVA YORK (The New York Times).— Norman Mailer, el combativo, controversial y a veces demasiado franco novelista, quien tuvo una presencia provocadora en las letras estadounidenses por más tiempo que ningún otro escritor de su generación, murió ayer a los 84 años en Manhattan.
Falleció por una insuficiencia renal aguda, en el Hospital Monte Sinaí, tras varias semanas delicado de salud y tras ser operado del pulmón.
Mailer (1923) irrumpió en la escena literaria en 1948 con el libro Los desnudos y los muertos, una novela en parte autobiográfica sobre la Segunda Guerra Mundial; a lo largo de sus seis décadas en las letras rara vez estuvo lejos de los reflectores. Publicó más de 30 libros incluyendo novelas, reportajes, ensayos y biografías; dos veces ganó el Premio Pulitzer: primero con Los ejércitos de la noche (1968, obra que también le valió el National Book Award), y con La canción del verdugo (1979).
Mailer perteneció a la vieja escuela literaria que consideraba la escritura de las novelas como una empresa épica llevada a cabo por personajes heroicos. Fue el más ambicioso escritor de su generación y no sólo entabló una competencia con sus contemporáneos, sino con figuras de la talla de Fiodor Dostoievski y León Tolstoi.
Buscaba con afán la atención pública, y la publicidad inevitablemente lo seguía. Además de su actitud retadora, era reconocido por sus grandes orejas, su pecho ancho, sus ojos intensamente azules y su cabello revuelto. Bebedor frecuente, consumidor de drogas, trabajador incansable y mujeriego, fue aspirante a alcalde de Nueva York en 1969. Además fue un hombre de contrastes: por un lado se opuso a la guerra y por otro denostaba la liberación femenina.
Del Apocalipsis y el boxeo, de drogas, existencialismo, fascismo, pacifismo, violencia, Dios y el diablo, cáncer y guerra, Marilyn Monroe, obscenidad y orgías, paranoia y política, revolución, sexo, tecnología y totalitarismo, de todo ello escribió Norman Mailer.
Como recordó ayer en España su editor Jorge Herralde, el novelista estadounidense pasará a la historia como uno de los grandes escritores “sin Nobel, al igual que Kafka”.
Nacido en Nueva Jersey el 31 de enero de 1923, en el seno de una familia de inmigrantes judíos, Mailer creció en Brooklyn. Estudió ingeniería aeronáutica en la Universidad de Harvard mientras aprendía en talleres literarios “cómo no se debe” escribir. Antes de terminar su formación en la Universidad de la Sorbona tuvo que servir durante los últimos años de la Segunda Guerra en Filipinas y Japón.
Se casó seis veces y tuvo nueve hijos, el último de ellos con la entonces modelo Norris Church, su mujer desde 1980.
Borracho, en 1960 le clavó un cuchillo en el estómago a su segunda esposa, Adele Morales, que más tarde publicó un libro sobre el martirio de su matrimonio con Mailer. La negativa de Morales a cooperar con la fiscalía permitió al autor ser castigado con pena bajo fianza.
Detenido durante una manifestación contra la guerra de Vietnam en 1967, aspiró dos años más tarde a la alcaldía de NY. La candidatura movilizó contra él al movimiento feminista, que lo calificó de “el cerdo más grande y reaccionario” por sus modales de “macho”, sus múltiples matrimonios y su presentación de las mujeres como androfóbicas por naturaleza. Su libro El prisionero del sexo, donde acusaba a las mujeres de usar anticonceptivos por odiar a los hombres, desencadenó un gran escándalo.
Una polémica no menor desató su “autobiografía” de Jesucristo, El Evangelio según el hijo (1997), escrita en primera persona para horror de los fieles. En los últimos dos años creó una novela sobre las raíces del mal encarnado en Hitler (El castillo del bosque). Aunque tenía previsto escribir una continuación, el propio autor dudaba de sus fuerzas en una entrevista concedida en agosto de este año: “No sé si me queda tiempo”.
Su férrea oposición al gobierno del presidente George W. Bush y la guerra de Irak le devolvió impulso en una reciente entrevista: “¡Es la peor guerra en que haya participado jamás este país!”, criticó, destacando la responsabilidad de un líder bélico, en su opinión, de una estupidez sin precedentes.
Ya en su libro Why Are We At War?, de 2003, Mailer criticó a Estados Unidos como una superpotencia arrogante con tendencias fascistas, y a George W. Bush como un ex bebedor teledirigido por conspiradores imperialistas.
Por el contrario, el escritor apoyó al Premio Nobel de Literatura alemán Günter Grass cuando, durante una visita a Nueva York este verano, se le preguntó por su pasado en las juventudes nazis. Un Mailer ya empequeñecido, grisáceo y deteriorado, que apenas podía ver y oír, mostró una compasiva cercanía a su colega: “Si yo hubiese estado en los zapatos de Günter también habría aterrizado como él en la SS”, aseguró, al tiempo que exigía que un autor tuviese derecho a no escribir sobre ciertas experiencias.
En una entrevista concedida en 2006 reconoció que su novela favorita, aunque no necesariamente la mejor, fue Los tipos duros no bailan, un thriller que escribió bajo extrema presión financiera en 1984: “Estaba preparado para escribir un mal libro, en caso de que fuera necesario, pero el estilo surgió y eso lo salvó para mí”. En todo caso reconoció, entonces, que su mejor obra era Noches de la antigüedad (1983), una larga novela acerca del antiguo Egipto.
Pero es La canción del verdugo el libro que muchos críticos consideraron su mejor obra. Al respecto, dijo en la misma conversación, que tenía sentimientos encontrados porque no era enteramente su proyecto (la obra refiere la ejecución del doble asesino Gary Gilmore en 1977, la primera desde la reinstauración de la pena de muerte en Estados Unidos).
Antes de la publicación de El castillo del bosque dijo que anhelaba que la muerte lo esperara lo suficiente como para poder completar la secuela de esta obra. Mailer, quien caminaba con bastón y resolvía crucigramas, reconoció recientemente que escribir a su edad le resultaba más sencillo por lo menos en un aspecto: “Lo que se desperdicia es menos”. (Traducción Omar Páramo/ con información de agencias)






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